La simplicidad como una disciplina espiritual es vivir en la dependencia de Dios. Nuestras culturas modernas nos llevan a creer que la felicidad se puede encontrar en las cosas, en las posesiones, en dinero o una posición – en tenerlo todo. La Escritura, sin embargo, nos dice que la felicidad no viene a través de las posesiones, sino a través de una relación con Dios.
Los niños viven sólo por la naturaleza. Los niños confían en sus padres para proveer para ellos. No sienten la necesidad de acumular alimentos, bienes, ropa o dinero porque confían en que cuando necesitan algo, será provisto por ellos. Sin embargo, cuando a los niños se les da demasiado y comienzan a difuminar la diferencia entre necesitar y querer, vemos que el vicio de la avaricia o la codicia, entra.
Lo mismo ocurre con los adultos. Confiar en Dios para nuestras necesidades puede ser difícil porque vivimos en una sociedad que define “necesidades” muy diferente a la escritura. Esto puede afectar nuestra capacidad de dar con generosidad y buscar la justicia, porque creemos que tenemos que aferrarnos a nuestras posesiones. En el libro Glittering Vices, Rebecca Konyndyk DeYoung señala, “Agustín explica la insaciabilidad del deseo de los bienes temporales de esta manera: nunca seremos capaces de satisfacer nuestra profunda necesidad humana de bienestar perfecto y eterno con cualquier cantidad de bienes/bienestar temporal e imperfecto”.
Lee Deuteronomio 8.
Divide una hoja de papel en dos columnas. En la primera columna, enumera las maneras en que Dios proveyó para los israelitas. Incluye en esta lista las promesas dadas en relación a la nueva tierra a la que están a punto de llegar.
En la segunda columna, enumera las dificultades que los hijos de Israel encontraron y de las cuales Dios los salvó.
Lee los versículos 11 a 20. Resume la advertencia a los israelitas. ¿De qué manera esta advertencia habla sobre la elección entre una vida de sencillez y una vida de avaricia? ¿Qué podría parecer hoy en día? ¿Lo ves en tu propia vida?
Considera en oración las cosas en tu vida que hacen que sea difícil ser dependiente de Dios. Identifica algunos cambios que puedes hacer para vivir una vida más sencilla y depender de Dios para proveer para tus necesidades. (Algunos ejemplos: no comprar ropa nueva por un año, dar el 10% de tus ingresos a la iglesia o la caridad durante un año; limitar tu gasto a una cantidad fija cada mes y dar un poco más por una buena causa en tu comunidad).
Escribe tus decisiones en tu diario y toma medidas para simplificar tu vida. Si es posible, comparte tus decisiones con alguien a quien puedas rendirle cuenta de tus decisiones.
Ora por un corazón que reconoce la necesidad y depende de Dios para el cumplimiento de esas necesidades. Ora por la fuerza y la disciplina de vivir la vida simplemente con gratitud y obediencia a Dios.